jueves, 8 de junio de 2017

The Ghost In My Room

¿Qué puede pedir el amante de todo músico?

“¿Puedes escribir una canción para mí?”

Me pediste eso varias veces. Te me acercabas casualmente, tus brazos alrededor de mis hombros, cálidos, protector más que posesivo, tu sonrisa y tu tono desafiándome a adivinar si lo decías en serio o jugando. No podía decir cuál; solo reía nervioso, cambiando mi respuesta todo el tiempo para ver si tú cambiabas la pregunta.

“No escribo cosas tan personales.”

“No podría ponerlo en palabras; llámame egoísta, no quiero compartir.”

“Nunca podría ser tan hermoso como tú, cariño.”

Pero tus  preguntas nunca fallaron, aunque tus respuestas fuesen tan variables como las mías. Desordenarme el cabello con afecto sin importar que estuviese corto o largo; un pellizco en mi cintura a través de la ropa gruesa, delgada, sin ropa; un leve indicio de rubor tras una sonrisa; muecas y berrinches; imitación de súplicas infantiles; la más convincente muestra de indiferencia… Yo no podía decir “sí” y tú no querías escuchar “no”.

Debí haberte vuelto loco algunas noches manteniéndote despierto hasta tarde, probando nuestras nuevas melodías y letras contigo. Sin embargo nunca te quejaste; incluso cuando mis sesiones de composición nocturnas te privaban del sueño, en la mañana me sonrías con los ojos cansados, apoyado en la mesa de la cocina con tu taza de café y ofreciéndome el más amable de los cumplidos. Incluso cuando aprendí a conocer tus mentiras entre tus verdades, sabía que eras genuino en tu admiración.

Pero fueron las noches en las que no viniste, en las que olvidaste nuestros planes, en las que olvidaste que existía, en las que no estabas para preguntarme si escribiría una canción para ti, en las que puse la pluma sobre el papel y dejé que la tinta se derramara; la pluma llorando donde yo no podía. Escribí sobre ti, sobre mí, sobre nosotros, las cosas que veía en ti y me hacían quedar despierto por la noche, incluso sabiendo que cuando llegaras habría deseado no haberte visto llegar. Entonces en la mañana me sonreirías y dirías que sería diferente la próxima vez.

Y la próxima vez, rompería esas hojas y volvería a intentarlo.

No fue hasta que dejaste de venir que finalmente dejé de destruir mis lamentables intentos de capturarte en palabras. ¿Cómo más podría haberte retenido? No con mis brazos, ni con mis emociones, no con sábanas de satén y cortinas oscuras. Tu presencia llenó las páginas donde antes solía llenar el espacio a mi lado; bebí de tu taza de café intentando perseguir las huellas que dejabas atrás.

Te convertiste en el fantasma que susurraba en mis sueños, en mi despertar, haciéndome dar vueltas en círculos vertiginosos pero no dispuesto a detener el viaje.

“¿Puedes escribir una canción para mí?”

Cantaré para ti, cariño; para el fantasma en mi habitación.


Por: bloodied_quill
Fuente: Livejournal