Cuando la conocí, ya sabía que tenía novio, ella me
lo había comentado, pero aun así accedió a verme. Como nos habíamos reunido en términos
de amigos, no importaba. De hecho, cuando comenzamos a conversar ella decía la
frase “mi novio” al menos 3 veces por minuto: “Mi novio es genial”, “Mi novio
me llevó a cenar ayer”, “Mi novio me llevó a cenar a la Luna”, etc. Tanto me
habló de él que a esa altura incluso me simpatizaba el buen hombre, pero pensé
en algo que creo que es muy cierto: Dime cuánto alardeas de tu relación, y te
diré cuántas veces le has sido infiel.
Así que con eso
en mente seguimos conversando de buena forma, hasta que así, como jugando
salieron un par de besos, un par de mordidas y toqueteos, sus besos en los
pechos y sobre todo en el derecho (que noté era su preferido), después comencé
a desabrochar su pantalón y…
-
¡NO!
– grito espantada, sujetando con ambas manos su prenda. - Es decir… sí, pero
déjame con los pantalones puestos. – me dijo mientras se acomodaba en el sofá
dándome la espalda y mirando al infinito y más allá.
En ese momento uno se empieza a preguntar cosas como: ¿Hacerlo con
pantalones puestos la hará sentir menos mal? ¿Es porque no se depilo y el
enjambre ya se asoma? ¿Querrá prevenir en caso de terremoto? Pero me dije “ya,
no importa”, coloque el condón y si ella quería como ardilla, con los
pantalones a la rodilla, así sería.
Terminamos, nos reímos un rato y se vistió.
-
Avísale
a tu novio que vas en camino, para que no se preocupe.- le dije con buena
intención, porque después de todo, me simpatizaba el buen hombre.
Autora: ConstanzaA
Créditos: relatosdeunwncaliente