viernes, 28 de julio de 2017

Reloj


Hyde siempre llegaba a la misma hora. Ni un minuto antes ni un minuto después, era tan puntual como el reloj antiguo que colgaba de la pared de su habitación. 


Kaz lo contemplaba en silencio hasta que sus manecillas anunciaban las once de la noche y entonces el timbre de la puerta interrumpía el mutismo. Acudía a abrir y enseguida se veía envuelto en un abrazo perfecto, atrapado en el aroma fresco de Hyde y la esencia frutal que emanaba su cabello. Takarai sonría para él, solo por esa noche aquella sonrisa mitad inocencia mitad perversión era dirigida para él; y Kaz le comía la boca a besos, en un acto de desesperación y redención, mientras el vocalista se aferraba a su cuerpo. No podían perder tiempo, porque tiempo era lo que menos tenía. Así que lo llevaba a la habitación, sin dejarle respirar por los besos, sin poder separarse de ese cálido cuerpo.

Y lo hacía suyo, solo por unas horas, hasta que la luz de la luna se apagara, podía Hyde ser completamente suyo. Kaz se sentía un ser especial, besando el pecho del vocalista, lamiendo su cuello, acariciando sus piernas, desnudándole lentamente, siendo el que le provocaba aquellos sonoros gemidos y le hacía contorsionar el rostro en una mueca de placer.

Muchas veces Kaz deseó prologar ese momento, poder tener a Hyde así entre sus brazos, besándole y acariciándole, escuchando como pronunciaba su nombre con aquella voz erótica que le volvía loco, pero no podía. Todo terminaba cuando amanecía, y el sol apartaba a Hyde del calor de sus brazos.
Era una rutina, Hyde le había dicho que por ahora no podían estar juntos, pero le ofrecía esa oportunidad de verse en su departamento cada fin de semana a las once de la noche y hacer el amor hasta el amanecer. Kaz supo que era una tontería de su parte aceptar esa oferta, que algun día aquello le mataría de dolor, pero no pudo negarse. Así tuviera que tener a Hyde por solo unas horas pero necesitaba tenerlo.

Cuando se acercaba el mediodía del domingo, Kaz miraba el reloj con odio, porque este marcaba el final de su momento perfecto, y cada tic-tac le encogía más y más el corazón. A las doce en punto, Hyde se ponía de pie y se vestía, Kaz fingía continuar durmiendo, escuchando el sonido del reloj, esperando que algún día la noche de su encuentro fuera eterna, y cuando Takarai salía de su departamento cerraba los ojos deteniendo las lágrimas.

Sabía que le tendría de nuevo el sábado solo para él, y que otra vez…el sol y el reloj los separarían.






Por Yukina
Publicado en Fotolog the_timesgoesby, 2008.